lunes, 16 de mayo de 2011

¡¡¡¡¡ NO DEJES QUE TE MALTRATEN, DENUNCIA A TU AGRESO@R ¡¡¡¡



 
En demasiadas ocasiones,
la mano que acaricia 
se convierte en puño que golpea.


He oído decir que hay hombres que no creen maltratar a sus mujeres porque les pegan con la mano abierta.

He oído decir que hay hombres que no creen maltratar a sus mujeres porque no les hacen sangre. No sangran después de una paliza brutal. No sangran. Y a los servicios de urgencias de los hospitales acuden mujeres que no sangran, del brazo de sus maridos, con fracturas, magulladuras y hematomas por todo el cuerpo. Se ha caído por las escaleras, dice él. Y ella afirma con la cabeza.

Y he oído decir que muchas mujeres maltratadas disculpan a sus agresores sosteniendo que les pegan porque las quieren. Y llega el perdón. Y en nombre del amor, ellas perdonan y se lamen las heridas en silencio. Y en silencio esperan que el tiempo recomponga sus huesos partidos y les devuelva la ternura que conocieron en la mano que acarició sus sueños, ahora rotos.

Esperando siempre, porque un día, un día que son incapaces de recordar, el hombre que las amaba cambió y puede cambiar de nuevo. Y esperan, asomadas al abismo del amor, hasta que sus miradas se convierten en vértigo. Y es entonces cuando, las que tienen la fortuna de reconocerse en el horror, dan un paso hacia adelante. Y saltan.

He oído decir, a José Saramago, le he oído decir, que el amor mata cuando muere, y que empieza a matar cuando empieza a morir. Pero dónde están los límites, dónde se encuentra la línea entre el amor y su muerte. Quién es capaz de señalar el punto exacto de esa fractura. Cuánta desolación, cuántos deseos estamos dispuestos a soportar en nombre del amor, antes de reconocer que el amor ha muerto, y más aún, que el amor nunca existió, o que duró lo que tarda en desaparecer la confusión de un deseo: amar y ser amados.

He oído decir, que no es fácil saltar. En demasiadas ocasiones, el perdón frena el salto. "El perdón forma parte del ciclo de la violencia", le he oído decir a Nuria Varela, autora del libro Íbamos a ser reinas. "Ellos piden perdón, regalan flores. Y ellas perdonan". Y es que las mujeres estamos educadas en el perdón. El perdón forma parte de la herencia cristiana que pervive en una sociedad que se ha acostumbrado a decir "contigo hasta que la muerte nos separe", cuando lo correcto sería unirse a alguien con una sola condición: contigo hasta que muera el amor que nos une.
Yo he oído decir que el maltrato es un problema de complicidad social, que una parte importante de la sociedad mantiene los ojos cerrados y se tapa los oídos ante un problema que nos atañe a todos. 
Y he oído decir que el maltratador considera al hombre como único interlocutor válido, como su igual. Y que son muchos los hombres que alzan la voz contra la vergüenza desde diversos foros y señalan con el dedo al maltratador.

Son muchas las voces que reclaman libertad, y muchas las mujeres que sueñan con perder el miedo a saltar.
Yo he oído decir que es preciso tomar medidas legales, administrativas, económicas, sociales, para que se hagan posibles los sueños.

He oído cantar a Amancio Prada: "Libre, te quiero. Libre. Pero no mía. No, no, no mía. Ni de Dios, ni de nadie, ni tuya siquiera".
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


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